Terapia contra la violencia
Todo el secreto del Aikido reside en el significado de su mismo nombre: Ai = unión, Ki = espíritu, energía vital, Do = camino, en conjunto “El camino de unión y armonía con el Universo”, por tanto es evidente que este arte es algo mas que un simple estilo de lucha corporal y que es el auténtico practicante ejerce una profunda influencia vital capaz de transformar y mejorar su personalidad y como consecuencia su vida.
Los continuos y rápidos cambios de forma de vivir, la ausencia de valores estables de la civilización actual imponen al individuo un esfuerzo constante de adaptación que acaba por alterar su sistema regulador y su equilibrio psicológico.
Pero ¿Cuál es la relación entre el AIKIDO y el problema existencial del hombre? ¿Hasta que punto constituye una terapia o camino que puede llevarle a la armonía absoluta?
El solo echo de adherirse a los principios esenciales de las “vías” orientales como por ejemplo el Zen, el Aikido, el Yoga, etc., no será suficiente para que todo cambie.
Los ejercicios previos a la práctica de las técnicas propiamente dichas, en su conjunto psicofísico, se desarrollan en un ambiente de calma que favorece la introspección, la identificación con la realidad, la armonía física y mental para obtener el “yo integral” una actuación coherente y unificadora.
El Aikido en sus prácticas permite a nuestra personalidad definirse tal cual es, en su conjunto, el deseo de ser más fuerte, el instinto de combatividad, el miedo a la agresión, el sentido egoísta, la vanidad, etc., es decir, todo aquello que motiva la mayoría de nuestras acciones ordinarias se manifiesta, pero no habiendo nada en el Aikido que favorezca el desarrollo de estos efectos, cualidades como la amistad, la solidaridad y la prosperidad mutua que la práctica va inculcando en el practicante.
Visto así, el Aikido se convierte en un arte de autodisciplina en el que las técnicas no son más que el medio para conocer nuestras limitaciones, mejorar nuestras facultades físicas y psíquicas y pulir nuestro “yo”.
La idea del creador de este arte marcial es la de neutralizar o desviar la agresividad del atacante, haciéndose ver palpablemente que es inútil o ineficaz.
La práctica de Aikido es un continuo adiestramiento en el dominio de sí mismo, enseñando al practicante las leyes naturales que bien utilizadas le permiten adueñarse de la energía del agresor y volverla contra él mismo.
El Aikido enseña a dominar al agresor, y a la vez a protegerlo del efecto de sus propias acciones, es decir, se le puede derribar al suelo, e inmovilizarlo sin causarle ninguna lesión, ejerciendo un control absoluto sobre él, de tal forma que no tiene ninguna posibilidad de respuesta o contraataque.
El mensaje que el Aikido pretende inculcar a sus practicantes es el de serenidad de espíritu, el rechazo de la violencia, la no-resistencia, y el respeto a todos los hombres. En los entrenamientos se enseña a actuar sin agresividad, sin brutalidad, sin ánimo de oposición ni de imposición.
Bajo el punto de vista ético, el Aikido es una excelente escuela de autodominio y de comportamiento social, al excluir la agresividad, las reacciones violentas y las actitudes provocadoras. Sus objetivos alcanzan así mismo todos los aspectos de la vida ordinaria del practicante y le ayuda a mantener una actitud serena, confiada y relajada ante cualquier circunstancia generadora de tensión, de angustia, de estrés, de ansiedad, de prisa, etc., a través de la respiración, la postura corporal, etc.
En una palabra, el Aikido atiende a la formación total del hombre, consecuentemente con la realidad de la interacción, e interdependencia del cuerpo y del espíritu.
Profesor Juan Carlos Villagra
Profesor Eduardo Cardozo